martes, 9 de julio de 2013

Con hielo, por favor.

-Vamos, deja que te invite a una copa.
Ese segundo de destrucción, de perdición, de locura. El segundo en el que lo miré a los ojos, entre compases y tintineos que nublaban mis sentidos. Lo supe entonces y lo ignoré; la llamada de la cordura, el aviso de mi propia mente.
-Casi no nos conocemos -murmuré, con una sonrisa tan amarga que hasta las pareces se estremecieron de horror al verla entre mis labios.
-Pues comencemos algo. Tengamos un comienzo.
-Los comienzos terminan. Todo termina, se muere, se destruye. El comienzo es un punto de no retorno.
Levantó mi barbilla con el dedo, entre tactos aterciopelados, rodeados de oscuridad; y aún podía ver la luz de sus ojos, la pasión, el deseo, la aniquilación de lo poco que quedaba de mí. El final del camino.
-Pues arriesga, como si murieses mañana. El futuro es un hijo de la gran puta. No le des esa satisfacción -susurró, a escondidas, entre bambalinas-. ¿Cerveza, entonces?
-Whisky -respondí, perdido en el infierno de sus ojos, entre sus esquirlas y sus pétreas murallas.
-¿Con hielo?
Ese segundo, en el que entregué mi alma al diablo.
-Con hielo, por favor.  

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