-Vamos, deja que te invite a una copa.
Ese segundo de destrucción, de
perdición, de locura. El segundo en el que lo miré a los ojos,
entre compases y tintineos que nublaban mis sentidos. Lo supe
entonces y lo ignoré; la llamada de la cordura, el aviso de mi
propia mente.
-Casi no nos conocemos -murmuré, con
una sonrisa tan amarga que hasta las pareces se estremecieron de
horror al verla entre mis labios.
-Pues comencemos algo. Tengamos un
comienzo.
-Los comienzos terminan. Todo termina,
se muere, se destruye. El comienzo es un punto de no retorno.
Levantó mi barbilla con el dedo, entre
tactos aterciopelados, rodeados de oscuridad; y aún podía ver la
luz de sus ojos, la pasión, el deseo, la aniquilación de lo poco
que quedaba de mí. El final del camino.
-Pues arriesga, como si murieses mañana. El futuro es un hijo de la gran puta. No le des esa
satisfacción -susurró, a escondidas, entre bambalinas-. ¿Cerveza,
entonces?
-Whisky -respondí, perdido en el infierno de sus ojos, entre sus esquirlas y sus pétreas murallas.
-¿Con hielo?
Ese segundo, en el que entregué mi
alma al diablo.
-Con hielo, por favor.
intenso.
ResponderEliminarte sigo