El mundo podía pararse en un solo segundo, en lo que
duraba un pensamiento mortal, en lo que duraba una punzada de amargo dolor con
sabor a recuerdos. Luca lo había visto, pararse, y sintió sus robustos brazos
desfallecer al contacto con la piel. El mundo podía pararse y el reloj
comenzaba a girar al revés, marcando el pasado con una sonrisa diabólica que
contrae tu cuerpo en una mueca desesperada y asustada.
Lo miró, desde el asiento, con la barbilla apoyada en las
sábanas blancas de aquel maldito hospital, una cárcel de paredes vírgenes en
las que la muerte se postraba para jugar, esperar y observar. Apretó débilmente la
mano, sintiendo a su alma resistirse a las horas de sueño, a las pesadillas y
a la realidad. Pero no pareció importarle.
Robert entrecerró los ojos y le envió aquella sonrisa que
tanto le gustaba, divertida, altiva, egocéntrica. Aún con el cuerpo magullado,
seguía siendo el hombre del que se había enamorado.
—Tienes que descansar —susurró.
—Tienes que dejar de ser un gilipollas.
Chasqueó la lengua y le devolvió el apretón. Luca buscó
con la mejilla el calor de su cuerpo. El
contacto le provocó una oleada de emociones contradictorias. Quiso llorar y
gritar, quiso besarle, quiso romperle todos y cada uno de los huesos que aun
seguían en su lugar. Quiso tantas cosas que, como humano, no hizo nada. Esperó. Como siempre, esperó.
—Algún día —arrastró las palabras—. Dejaré de serlo, tan
sólo si tú me haces un favor.
Luca elevó la mirada. En sus ojos, vio luz y esperanza,
emoción, inocencia, calidez. Oteó en ellos lo que nunca había visto, mundos paralelos que
habían abierto sus puertas durante unos segundos, recuerdos que brillaban como centellas al pasar, canciones y poemas en bares oscuros, bailes lentos a las cuatro de la mañana. Robert se giró unos centímetros, tirando de las decenas de
tubos transparentes que se perdían en su forma demacrada. Se miraron. Habló. El mundo,
volvió a pararse:
—Cásate conmigo.
Yo también me casaría con ellos.
ResponderEliminarAlgunos dirían que ese lugar no es el más apropiado para pedir matrimonio. Para mi, es más que perfecto.
ResponderEliminarCreo que es en los momentos en los que nos sentimos más vulnerables, en los que tenemos más miedo, cuando de verdad somos capaces de decir sin tapujos aquello que guardamos bajo llave en el corazón.
Es muy hermoso, mucho. Y tu forma de escribir... tan pausada, tan elegante, hace que quiera que no se acabe nunca.
Quizá mi opinión no tenga mucha importancia, porque no soy nadie. Una aprendiz de escritora y lectora de ratos libres. Pero adoro lo que escribes y me gustaría leer mucho más.
Gracias por compartirlo y enhorabuena.
(miaus de crema)
Qué preciosidad de relato. Muy dulce, fluido y grácil.
ResponderEliminar¡Me encantas estos dos!
Señor, así no hay quien no se enamore.
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