Bajo los neones neoyorkinos, Cólera caminaba con
indiferencia desgastada, pero sensual. Cruzaba las piernas a cada paso. Las
botas de cuero negro y brillante la elevaban sobre la muchedumbre de la ciudad,
aunque su cabeza ya estaba por muy encima del infinito nocturno, por encima de
aquella realidad.
Los taconazos sobre el pavimento, incrustados en
cristales rodados, se alineaban en armonía con el rock n’ roll de los pubs que
quedaban a sus espaldas, derrapando en las peligrosas curvas de su cadera.
Flameante, aquel cabello anaranjado se enredaba con la
fina brisa invernal, como si formara una esencial parte de ella. Ojos de color azul,
pero no de un azul normal, tampoco de un azul zafiro. Eran brillantes,
glamurosos, y tan soberbios que te hacían odiarla en aquel mismo instante, pero
igualmente desear tenerla en la cama, completamente desnuda, gimiendo,
susurrando tu nombre una y otra vez. Azules invierno, peligrosos y atigrados. Pestañas
finas y alargadas los rodeaban. El rímel se había esparcido un poco hacia
abajo, no obstante, la ferocidad seguía innata tras aquella cara de ángel caído
del cielo. Entrecerraba los ojos a la par que caminaba, sólo para poder
derrochar un poco del desprecio que sentía en las entrañas.
Labios rojos como el fuego, diminutas constelaciones pecosas en las
mejillas rosadas. Y una piel, tan pálida, que unas tímidas venas azules
entreveían en su cuello, colmadas en veneno y amor no correspondido.
Se llevó el cigarrillo a la boca, exhalando un poco de
humo y un poco de esperanza perdida, ganas de gritar, de reír y disfrutar.
Robaba miradas y las despezaba con sus frágiles uñas.
Tomaba esperanzas y les arrancaba hasta la última parte de racionalidad. Cogía mil
y un corazones y los hacía reventar de puro dolor.
Cólera.
Paso a paso, recorría las calles tan sólo para buscar un
poco de risas hechas de heavy metal y whisky barato. Una nueva víctima, un poco
de sexo desenfrenado.
Dejó a la camiseta escurrírsele por el hombro con
delicadeza infantil, mostrando el tirante de un sensual sostén negro y
escarlata. Sonrió, apenas unos centímetros de hipocresía.
Y con esa sonrisa, rompió una nueva ilusión.
(Aplausos y ovaciones) En serio Kay, escribes de miedo... Me encantan tus escritos, transmites una fuerza
ResponderEliminar"Y con esa sonrisa, rompió una nueva ilusión."
ResponderEliminar¡Es completamente genial!
Un saludo del cazador de las estrellas...
No podías haber acabado mejor la historia...Me gusta mucho, Un besazo.
ResponderEliminarPrecioso. Tienes un premio en mi blog :)
ResponderEliminarHe visto tu blog nombrado en el blog de Lunna Golightly y me ha entrado la curiosidad, pero ya veo que tiene razón, tus textos son muy especiales y diferentes :) Te sigo.
ResponderEliminarYo también te he visto en el blog de Lunna Golightly, y wow que pasada de texto y de chica,
ResponderEliminarque pena que no la hayan sabido querer bien...
Muá! :)
Las chicas guapas creen que pueden comerse el mundo. Pero, a veces, son malas porque la vida las ha hecho así.
ResponderEliminar¿Quién sabe? La rabia hace mucho. Un corazón roto, más.
J.
Con ese nombre no le queda mas opcion que ser asi...que texto tan diferente de tantos otros por blogger, he llegado de rebote pero me gusta!
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