martes, 3 de mayo de 2011

El niño, el hielo y la cordura.

¿Algunas vez has sentido que te ahogabas en tu propia confusión? ¿Que el sitio en donde estabas no era el tuyo? ¿Alguna vez has sentido como tu interior gritaba, enfurecido, pidiendo una revolución? ¿Has deseado hacer cosas malas, cosas que no sabías que podrías llegar a hacer?
Yo sí. Miles de veces. Con el paso del tiempo, invierno tras invierno, siento que voy cambiando poco a poco. Siento que cada una de las partes que hay en mi interior empieza a pulir más los bordes de sus picudas formas, madurando lentamente. Primavera tras primavera, cada parte de mí entra en conflicto con la otra, intentando hacerse con el control total de mi mente y de mi cuerpo. Una continua batalla que no terminará nunca, pues soy mi peor enemigo y mi mejor aliado.
Siento como esa parte infantil e inocente empieza a salir del cascarón, aunque no olvida quién es. Sigue enamorándose, sigue sufriendo, pero vislumbra mucho más de lo que hay tras un corazón. Vislumbra sentimientos, vislumbra caras, coloca piezas en su lugar correcto para saber cuál es el dibujo final. Él empieza a sonreír, no sin miedo a que algo pueda salir mal. Pero ya no es tan impulsivo, ahora piensa las cosas mil y una veces antes de hacerlas. Pero, sin poder dudarlo, le rompen el corazón, haciéndolo pedazos y quemándolo para que las cenizas vuelen lejos de él.
Entonces, una fría mirada me hiela los ojos, tornándolos serios, asesinos, homicidas. Entra en juego ese color de mí que sería capaz de hacer las peores cosas, que sería capaz de destrozar todo por lo que he luchado. Juega, destruye. Acción, reacción. No importa cuál sea el propósito, siempre actuará por diversión, odio o venganza. Conforme el tiempo cae de una parte del reloj de arena a otra, él se hace más fuerte, más frío, más peligroso. Y nadie puede pararlo cuando entra en juego. Su propio reflejo en el cristal ya no existe, cual vampiro. Ya no es nada más que el asesino de las mil caras, el que sonríe y mata con una sola mirada. Pero sigue siendo un alma perdida en el pasado, inmortal sobre los demás mortales, la rosa negra entre todas las flores, perfecto entre todo lo que le rodea, impasible. El hombre sin corazón.
Una batalla entre dos almas distintas que surgieron del mismo lugar, del odio, de la oscuridad. Miles de formas de hacer daño, de amar y de odiar. El mundo se queda chico para ellos dos.
Solo la cordura consigue mantenerlo en sus respectivos castillos de cristal. Solo ella sabe poner a cada fiera en su sitio. Son tiempos de paz estos. Pero la guerra no tardará en volver a comenzar. Y tengo miedo de que sea yo el que salga herido.

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