-Entonces, ¿qué es lo que quieres?
La profunda voz de Robert lo hizo despertar de aquella
especie de ensueño en la que se había sumido. Mirando a través de la vieja
ventana sobre la que siempre se había posado, apretó los labios, llevándose a la
lengua un par de saladas lágrimas. Pero no contestó, pues ni él mismo sabía se
sentía fuerzas para hacerlo, para expresarlo todo.
-Luca. Mírame. Mírame.
Se volvió con lentitud, mostrando fiereza, frialdad, un
gesto tan serio y desfigurado que descolocó la mente de Robert durante unos
segundos. Sus ojos estaban completamente hundidos en una oscuridad que nunca
había conocido. Mostraban años y años de dolor, de intentos fallidos, de sangre
y cicatrices de batalla. Veía a un completo adulto frente a él, destrozado y
pobre, sin ánimo de reparación: una máquina.
-He estado aquí, desde siempre. Para recogerte cuando
estabas borracho, para curarte las heridas de las once peleas que has tenido durante
un año –fue caminando hacia él, con los puños cerrados. Arrastraba las palabras
que cortaban el aire, como afilados cuchillos-. He desperdiciado madrugadas y
mañanas en preocuparme por, en ser algo que recordar.
Lo cogió por el cuello de la camisa y lo pegó a la pared, con violencia. Los
ojos empezaron a inyectarse en sangre. Robert tragó saliva. Aún así, conservó
la compostura con los labios fruncidos.
-Sólo quiero algo de cariño. Algo que dibuje una sonrisa
en mis labios. Unas palabras agradables, un poco de aliento que no esté helado
en mentiras y sarcasmo. Quiero que me des algo para seguir aquí, para seguir
peleando por el que se supone que es mi amigo. Quiero un destino, quiero saber
que no estoy perdiendo mi valioso tiempo en la mierda que eres, Robert. Porque eso es lo que eres, hijo de la gran puta.
Se separó con violencia y se dirigió hacia la puerta. No
dijo ninguna palabra al dar el portazo, no respiró hasta que llegó a cruzar la
calle.
Robert, desde la ventana, se mordía el labio inferior,
indeciso, consternado. El bolsillo empezó a vibrar. “Qué inoportuno” pensó.
Mas no pudo hacer otra cosa sino que abrir los ojos y dejar que el corazón se
le partiera en pedazos.
"No dejes que sea el que tenga que decir adiós.
L."
L."
Joder... Casi lloro (que hoy estoy sensible...)
ResponderEliminarJo, me encanta lo detallista que eres a la hora de expresar el estado de Luca. Es tan profundo...hasta yo he notado su dolor jajaja en fin, sigue asi de genial:) Besos!<3
ResponderEliminaresa si que es una buena razón por la cual luchar…
ResponderEliminarme gusta el punto de vista de Luca :)
(y su nombre *-*)
me encanto esta entrada, escribes increíble! (trataré de pasarme más seguido)
Sonrisas espolvoreadas!
Cuánto duele dar todo a cambio de nada, sobretodo cuando con un pequeño detalle nos conformamos :)
ResponderEliminarA veces, las personas que queremos y a las que le entregamos nuestro amor, no nos corresponden de igual manera. Eso no quiere decir que no te quieran. Pero, como en todo, hay límites. Luca debería saber que Robert le quiere, al igual que Robert debería dejar de ser un témpano de hielo y demostrárselo de una forma más... ¿Cálida? Quizás la palabra precisa, sea "Clara".
ResponderEliminarEse tipo de discursiones acaban consumiéndote, degradando la relación, convirtiendo el amor en distancia. Y la distancia en dolor.
Alguien debería decirle a Robert que por decir Te quiero no se es menos "machote".
PD: Me encaaaantan los Crucigramas de Luca, deberías escribir más ):
J.
Es horrible ver como la persona que queremos se va alejando de nosotros. Y no porque queramos, sino porque ella misma se ha dejado llevar.
ResponderEliminarTal vez Robert recapacite. Luca tiene razón. Está claro que le ama, pero no puede esperar a estar siempre ahí para recoger sus pedazos rotos.
Les deseo suerte :)
Un besazo.