Hay veces en las que no te apetece levantarte de la cama. Te envuelves en el edredón blanco, de plumas, y te abrazas a ti mismo, cerrando los ojos e intentando que la claridad del día desaparezca por completo. Él lo sabe muy bien. No quería enfrentar ese día. Mejor dijo, no podía enfrentarlo. Se sentía sin fuerzas, sin ganas de mirar por la ventana y ver los rayos del sol iluminar con timidez tras las nubes negras. Pero las ventanas estaban abiertas y el frío entraba por ellas, hondeando un poco la cortina. Se sentó en la cama y metió los pies en las zapatillas de andar por casa. Caminó con cierta pereza hasta su destino y cerró la ventana, mirando la negrura de las nubes, contemplando el frívolo invierno desde una altura de cuatro metros sobre el suelo, tras un cristal helado. Suspiró y el aliento que salió de su boca empañó el cristal. Esbozó una sonrisa triste, mientras escribía la palabra Melancolía en la superficie del cristal. Y volvió a la cama. Echaba de menos muchas cosas, demasiadas para su propio gusto, un poco doloroso. Anhelaba otras tantas y detestaba las restantes. Porque muchas personas se habían ido, muchas sonrisas se habían borrado y su corazón ya no era el mismo, pues había perdido esa mecánica del Pum Pum que suelen tener casi todos los corazones normales. Había perdido muchas cosas, cosas que le habían mantenido a flote en las aguas oscuras de un océano helado y solitario. Se sentía solo, perdido, sin lugar a donde ir. Y muy cansado. Cansado de abrir los ojos y ver la realidad, cansado de soñar con el firmamento imposible de alcanzar. Cansado de ser nada para quien quería ser algo. Cansado de caer una y otra vez, levantarse y volver a caer. Él quería todo y a la vez nada. Lo que más anhelaba era ser feliz. ¿Sabéis que? Eso era, exactamente, lo que más echaba de menos. Todos queremos ser felices, amados, queridos, ser importantes, cómplices de nuestras propias vidas. No muchos lo consiguen. Los demás, se quedan a un lado de la carretera, esperando a la siguiente oportunidad que los lleve a próximo y nuevo destino. Y esto, señoras y señores, es la mecánica de nuestro mundo.
"No muchos lo consiguen" - CRUDA verdad, cruda realidad u.u''
ResponderEliminarBesos desde Francia!
Si te sigo es porque me encanta tu blog!! es una pasada...
ResponderEliminarY este texto... cuantas veces me habré levantado sin ninguna gana en un día nublado, me habré enfundado las zapatillas de andar por casa y me habré quedado mirando al infinito en la ventana, esperando la llamada que nunca llegó...
has conseguido que la melancolía no se quede en la ventada, sino que impregne todo el texto.
ResponderEliminar¡un beso!