Michelle cerró la puerta con sigilo tras su triunfal
entrada, quedándome completamente inmóvil. Sonreía de medio lado, torciendo los
labios mientras la inocencia llegaba sus carnosas y rojizas formas. Los ojos, la
delataban. Decían que lo que Michelle quería, Michelle lo conseguía. No
importaba el precio, apenas las normas. Iba a ser suyo.
Adrien se giró con cuidado hacia ella, mirándola por
encima de las gafas de pasta negra. Alzó la ceja mientras intentaba no mirarle
el escote ni la parte del sujetador que lo estaba llamado a gritos desde la
comisura de la camisa. Temeroso de que la voz le temblara, carraspeó la
garganta e intentó expulsar un poquito de nerviosismo, un poquito de lujuria
malsana.
—Señorita Mills… —un matiz de odio cruzó los ojos de
Michelle. Adrien parpadeó—. Michelle, ¿ocurre algo?
La pequeña felina se mordió el labio, caminando con
sensualidad hacia él. Adrien empezaba a notar demasiadas cosas al mismo tiempo.
Cruzó las piernas con esfuerzo y esperó.
—Muchas cosas. Una sola —se encogió de hombros cuando
llegó a su altura.
Al mirarlo a los ojos, tuvo ganas de besarlo, besarlo
hasta el infinito, hasta hacerse daño, hasta que doliera quererlo. Pero
necesitaba jugar, divertirse, poder ver cómo Adrien fruncía el ceño en un mar
de confusión. Necesitaba verlo caer a sus pies.
—Tú.
—¿Yo?
—Tú —repitió ella, dando la vuelta a la silla y
colocándose tras él. Empezó a bajar las manos por el cuello de su camisa, hasta
que se colaron por debajo—. Son muchas cosas, ya lo sabe usted, señor Lekker.
Pero… al mismo tiempo todo se resume en… usted —cambiando el tono, ronroneó al
sentir su pecho palpitar con fuerza.
Adrien cerró los ojos y los volvió a abrir cuando dejó de
sentir sus frías manos para tenerla encima de las piernas. La miró, con deseo,
con tanta pasión que sus ojos derramaban palabras de amor que no se
correspondían con aquella diurna realidad. Pero apretó los puños al sentir su
cadera ondularse.
—Michelle.
—Adrien.
—Deberíamos parar esto, ahora que podemos —susurró.
—¿Podemos? —ladeó la cabeza, riendo a carcajadas. Guardó aquella sagaz mirada bajo unos mechones de pelo rubio—. El
bulto en tus piernas dice otra serie de cosas.
Acercó los labios, rozándolos, notando cómo Adrien se
ponía cada vez más y más tenso.
Entonces, en el momento en el que todo parecía que iba a
explotar y que el tiempo iba a dejar de correr durante unos simples segundos,
Michelle se levantó con soltura y se posicionó frente a la puerta, con la mano
en el pomo, a la par que lo giraba con sutileza.
—Soy esa chica, Adrien. Soy la que te va a cambiar la
vida y con la que vas a estar soñando hasta que mueras. La poeta, la ridícula, la
niña de tu mundo. Pero no voy a ser yo la que dé tu paso hacia delante
—parpadeó—. Así que dígame, señor Lekker, ¿podrá pararlo a tiempo?
Con estas palabras, y una sonrisa de oreja a oreja,
Michelle se perdió entre los largos y escurridizos pasillos, sin dejar más rastro
que su colonia olor a miel y una retórica pregunta, tan retorcida que no hacía
falta que nadie la respondiera.
Sin embargo él, Adrien, no pudo hacer otra cosa más que
suspirar.
Y cruzar las piernas.
Con estas palabras, y una sonrisa de oreja a oreja, Michelle se perdió entre los largos y escurridizos pasillos, sin dejar más rastro que su colonia olor a miel y una retórica pregunta, tan retorcida que no hacía falta que nadie la respondiera.
ResponderEliminarMe encanta Michelle. Y que sepas que me gusta mucho tu forma de escribir, como lo describes todo, como consigues que me meta en la historia.
Un beso enorme :)
Y me repito, pero ¡admiro tu forma de escribir! Eres la hostia Kay. Estupendo :)
ResponderEliminarEscribes realmente bien... Un besazo enorme y sigue así.
ResponderEliminarMichelle es realmente... ¡ME ENCANTA!
ResponderEliminarElla es imperfectamente perfecta en todos los sentidos, me encanta
ResponderEliminarUn abrazo
P.D. El botón de seguir está bajo la foto :)
Me ha gustado muchisimo!!! :D
ResponderEliminarQue bien escribes. Te sigo!
besos
Oh, oh, problemas para Adrien
ResponderEliminarMuá :)