martes, 20 de diciembre de 2011

Muchas cosas. Una sola.


Michelle cerró la puerta con sigilo tras su triunfal entrada, quedándome completamente inmóvil. Sonreía de medio lado, torciendo los labios mientras la inocencia llegaba sus carnosas y rojizas formas. Los ojos, la delataban. Decían que lo que Michelle quería, Michelle lo conseguía. No importaba el precio, apenas las normas. Iba a ser suyo.
Adrien se giró con cuidado hacia ella, mirándola por encima de las gafas de pasta negra. Alzó la ceja mientras intentaba no mirarle el escote ni la parte del sujetador que lo estaba llamado a gritos desde la comisura de la camisa. Temeroso de que la voz le temblara, carraspeó la garganta e intentó expulsar un poquito de nerviosismo, un poquito de lujuria malsana.
—Señorita Mills… —un matiz de odio cruzó los ojos de Michelle. Adrien parpadeó—. Michelle, ¿ocurre algo?
La pequeña felina se mordió el labio, caminando con sensualidad hacia él. Adrien empezaba a notar demasiadas cosas al mismo tiempo. Cruzó las piernas con esfuerzo y esperó.
—Muchas cosas. Una sola —se encogió de hombros cuando llegó a su altura.
Al mirarlo a los ojos, tuvo ganas de besarlo, besarlo hasta el infinito, hasta hacerse daño, hasta que doliera quererlo. Pero necesitaba jugar, divertirse, poder ver cómo Adrien fruncía el ceño en un mar de confusión. Necesitaba verlo caer a sus pies.
—Tú.
—¿Yo?
—Tú —repitió ella, dando la vuelta a la silla y colocándose tras él. Empezó a bajar las manos por el cuello de su camisa, hasta que se colaron por debajo—. Son muchas cosas, ya lo sabe usted, señor Lekker. Pero… al mismo tiempo todo se resume en… usted —cambiando el tono, ronroneó al sentir su pecho palpitar con fuerza.
Adrien cerró los ojos y los volvió a abrir cuando dejó de sentir sus frías manos para tenerla encima de las piernas. La miró, con deseo, con tanta pasión que sus ojos derramaban palabras de amor que no se correspondían con aquella diurna realidad. Pero apretó los puños al sentir su cadera ondularse.
—Michelle.
—Adrien.
—Deberíamos parar esto, ahora que podemos —susurró.
—¿Podemos? —ladeó la cabeza, riendo a carcajadas. Guardó aquella sagaz mirada bajo unos mechones de pelo rubio—. El bulto en tus piernas dice otra serie de cosas.
Acercó los labios, rozándolos, notando cómo Adrien se ponía cada vez más y más tenso.
Entonces, en el momento en el que todo parecía que iba a explotar y que el tiempo iba a dejar de correr durante unos simples segundos, Michelle se levantó con soltura y se posicionó frente a la puerta, con la mano en el pomo, a la par que lo giraba con sutileza.
—Soy esa chica, Adrien. Soy la que te va a cambiar la vida y con la que vas a estar soñando hasta que mueras. La poeta, la ridícula, la niña de tu mundo. Pero no voy a ser yo la que dé tu paso hacia delante —parpadeó—. Así que dígame, señor Lekker, ¿podrá pararlo a tiempo?
Con estas palabras, y una sonrisa de oreja a oreja, Michelle se perdió entre los largos y escurridizos pasillos, sin dejar más rastro que su colonia olor a miel y una retórica pregunta, tan retorcida que no hacía falta que nadie la respondiera.
Sin embargo él, Adrien, no pudo hacer otra cosa más que suspirar.
Y cruzar las piernas.

7 comentarios:

  1. Con estas palabras, y una sonrisa de oreja a oreja, Michelle se perdió entre los largos y escurridizos pasillos, sin dejar más rastro que su colonia olor a miel y una retórica pregunta, tan retorcida que no hacía falta que nadie la respondiera.


    Me encanta Michelle. Y que sepas que me gusta mucho tu forma de escribir, como lo describes todo, como consigues que me meta en la historia.
    Un beso enorme :)

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  2. Y me repito, pero ¡admiro tu forma de escribir! Eres la hostia Kay. Estupendo :)

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  3. Escribes realmente bien... Un besazo enorme y sigue así.

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  4. Michelle es realmente... ¡ME ENCANTA!

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  5. Ella es imperfectamente perfecta en todos los sentidos, me encanta
    Un abrazo
    P.D. El botón de seguir está bajo la foto :)

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  6. Me ha gustado muchisimo!!! :D
    Que bien escribes. Te sigo!
    besos

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  7. Oh, oh, problemas para Adrien
    Muá :)

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